Sjón (Reykiavik, 1962), seudónimo de Sigurjón Birgir Sigurdsson, y que significa «visión», es uno de los más populares escritores de Islandia. Y no solo eso porque Sjón es un músico reconocido que ha escrito temas para Björk, y compuso las canciones de la película Bailar en la oscuridad de Lars von Trier. Incluso ha cantado con otro grupo islandés internacionalmente conocido los Sugarcubes. Pero, música aparte, son sus libros de poemas, novelas y cuentos para niños los que le han encumbradi y le han granjeado un éxito de crítica y público inapelable. En castellano la editorial Nórdica había publicado ya El zorro ártico, Premio de Literatura del Consejo Nórdico, y Maravillas del crepúsculo, una extraordinaria novela que recreaba la vida de un pensador y protocientífico islandés que vivió entre los siglos XVI y XVII, Jon Gudmundsson el Erudito. Un personaje que se mantuvo fiel a sus ideas y que denunció los excesos de una clase dirigente, islandesa y danesa -Islandia pertenecía al reino de Dinamarca-, que utilizó la religión como forma de enriquecerse. Este filósofo, que murió exiliado en una isla pedregosa y gélida, denunció así mismo la matanza de unos balleneros vascos que naufragaron en Islandia, en uno de los sucesos más ignominiosos de la historia de la isla.
En Navegantes del tiempo el protagonista es un tipo muy diferente. Se llama Valdimar Haraldsson y es un excéntrico intelectual, bastante adocenado, que nos narrará de manera entusiasta el viaje de su vida, el que realizará en barco en 1949 desde Islandia hasta el Mar Negro, pasando por Turquía. Un viaje que ha sido posible gracias a la amistad que Haraldsson tuvo con el hijo del armador ya fallecido. El viaje acaba transformándose en un juego de espejos, en un buque que paradójicamente, casi no se mueve a lo largo de la narración, porque una serie de acontecimientos inesperados le dejará anclado en un fiordo noruego mientras esperan la estiba de un cargamento de papel.
El juego de espejos se produce por las noches, durante las cenas, cuando el segundo oficial llamado Céneo, narra sus aventuras a bordo del Argos. Sí, el Argos, el mítico barco de los argonautas que capitaneó Jasón en busca del vellocinio de oro. Gracias a los dioses Céneo sobrevivió a la aventura y se convirtió en una especie de inmortal que fue dando tumbos por el mundo. Céneo cuenta a la tripulación e invitados del barco moderno las aventuras de aquellos argonautas y en especial su estancia en la isla de Lemnos habitada solo por mujeres que les proporcionaron innumerables placeres, sin saber que podían acabar como los hombres que antaño habitaban la isla, muertos. Y mientras Céneo cuenta sus historias, estas se van colando poco a poco en la cotidianidad del barco donde solo habita una mujer, la mujer del mayordomo, que a veces es arisca y otras, solícita.
Sjón encuentra una forma muy ingeniosa de recrear los mitos clásicos, los mitos griegos, y darles una lectura contemporánea sin renunciar a la esencia de los mismos, a saber: el trágico final, la aventura sin premio, la inutilidad de la gloria, el compañerismo sin contraprestaciones, el amor abocado al fracaso, la inevitabilidad del destino… Aunque para que todo no suene tan terrible el autor nos regala bastantes muestras de humor, muy irónico, en las que se ríe incluso de la esencia del hombre del norte, ese que dice que “se es más inteligente cuanto más pescado comes”. Un autor que no debería pasar desapercibido.
Enrique Martín